El Deporte Socialista (*)
















Todo deporte de conjunto esconde en sí mismo cientos de valores y principios que cada uno demuestra en mayor o menos medida una vez que llega a formar parte de un equipo. Claro que aquel que nunca sea capaz de despojarse de anhelos individuales y egoístas probablemente jamás logre experimentar las sensaciones que provocan ser miembro de un verdadero conjunto.

Teniendo en cuenta esto, la experiencia me demuestra que la voluntad y la búsqueda de un sincero éxito colectivo prevalecen, a la larga, sobre cuestiones o personas que parecen justamente aparecer en el camino para que uno se pruebe a sí mismo la real fortaleza con la que cuenta. En otras palabras, con el tiempo podemos ver que las circunstancias son solamente eso y que las personas que no comparten ciertas igualdades, que podríamos llamar "espirituales", desaparecen de nuestra escena cotidiana.

La voluntad de equipo vence cualquier esporádico contratiempo y provoca en los integrantes una invalorable sensación de que no es el logro puramente "material" lo que se persigue, sino que lo que se quiere es simplemente sentir constantemente la felicidad que otorgan esos minutos en que uno deja de ser sólo uno para formar parte de un equipo, que en éstos términos se transforma en lo más cercano a una perfecta conjunción de individualidades.

¿Todo este enaltecimiento de la voluntad de conjunto implica que los resultados efectivos que este logre no importan, o importen menos para decirlo de una manera? En absoluto. Un verdadero equipo busca todo el tiempo la victoria y sufre mucho más de lo que se cree las derrotas. Lo que creo que sobresale cuando el grupo está muy bien conformado es la capacidad de sobrellevar con enorme fortaleza los momentos en los que los resultados deportivos no se dan. Esta virtud es algo totalmente diferente a no darle importancia a los resultados finales. La clave estaría en entender que justamente será aquella fortaleza la razón principal de las futuras victorias. Internalizar sinceramente esto creo que debe ser esencial para alguna vez formar parte de un equipo.

En este sentido, quizás el valor que más se debe destacar es aprender que el conjunto no puede hacerse mayor y más fuerte si huye de las inseguridades y las derrotas, sino que por el contrario madurará y superará viejas decepciones sólo si se enfrenta a ellas, reconociendo a su vez sus limitaciones como equipo. Porque lidiar con las frustraciones e imposibilidades es sin dudas el primer y más difícil paso que el conjunto debe dar para consumarse como tal.

El éxito y los logros deportivos de nada sirven si se logran sin ese inicial esfuerzo, que tampoco vale si es individual, interesado y sin un anclaje común que tenga como fin la sola victoria del grupo

O ayudás, o no sumás

Antes de seguir escribiendo profundamente sobre victorias, fracasos, éxitos o imposibilidades, creo que en un conjunto es necesario pensar primero en las formas, en caminos que se seguirán para arribar a la consumación final de los anhelos grupales.

En un grupo, todo se puede reducir a algo básico: o ayudás a tu compañero ó sencillamente no sumás. No sumás al conjunto, no sumás por actitud y quizás fundamentalmente no sumás atributos para formar parte. Pero, ¿cuáles serian los alcances de esa "ayuda al compañero"?

Desde ya que el comienzo de esa ayuda tiene que ser demostrado en la cancha, aunque de ninguna manera terminar allí.
En el campo, la solidaridad con el compañero se percibe de manera instantánea y las consecuencias negativas de no jugar con este sentimiento como principal bandera no tardarán en evidenciarse.

En el conjunto en el que sobresalga esta noción de ayuda al compañero se percibirá que sólo se cumple cuando se va más allá del "deber" que cada uno tiene individualmente. Ese extra, ese "plus", es la solidaridad, el compromiso con el esfuerzo del conjunto todo y, por lógica, con el de cada uno de los que lo componen.

¿Recriminar a un compañero por perder una marca ó acudir en su ayuda? ¿Correr "más de la cuenta" para recuperar un balón perdido por el armador o quedarse parado porque "el error fue del otro"? ¿Protestarle al árbitro y desentenderse del juego, perjudicando así al equipo, o seguir yendo para adelante entendiendo que esta es la única manera de aportar?

Hay cientos de situaciones cómo éstas en el juego y la respuesta que cada uno tenga ante ellas definirá claramente el alma que lo caracterice.

El espíritu del jugador que priorice la ayuda y la solidaridad para con el otro, bien podríamos llamarlo "espíritu socialista" y es que, sin caer en una interpretación "política", este nos representaría a aquel integrante que siempre privilegia los intereses colectivos por sobre los individuales. Ésta es, a mi entender, la única forma de aportar en una labor de conjunto.


El conjunto, no sólo la suma de las individualidades


Se desprende después de lo escrito más arriba, que el todo (entiéndase el conjunto) es más que la suma de las partes (cada uno de los integrantes). El "cómo" llegar a la conformación del todo será el secreto. En otras palabras, el camino para conseguir formar el conjunto, es la clave.

Un equipo con espíritu colectivo ha logrado entender y conjugar la función de las igualdades esenciales con las características individuales de los jugadores. Porque no se trata de que todo jugador "sea igual" al otro haciendo caso omiso a sus evidentes habilidades personales, sino que todos, teniendo principalmente en cuenta el éxito del grupo, exploten al máximo cada una de sus virtudes.

Ese anhelo, existiendo en todos los integrantes del equipo, termina dotando al mismo de una singularidad que sin dudas llevará al reconocimiento. Claro que esto ocurrirá sí y sólo sí el deseo que mueve al jugador es sincero y la noción de interés colectivo ha llegado realmente a calar bien hondo dentro de su persona, convenciéndolo de que el equipo gana cuando se ayuda al compañero y que obrando individualmente el éxito tiene un techo, ya que se aborda a una satisfacción que jamás será completa.

Por Santi Grandi.


*ACLARACIÓN NECESARIA: La noción de "socialismo" que manejo va íntimamente relacionada a aquella definición que lo caracteriza como una "organización social que privilegia los intereses colectivos por sobre los individuales". En este sentido, un "deportista socialista" seria claramente aquél que profesa con los hechos, en su rama particular, esa virtud del socialismo.

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